Resistol

Los Niños del Resistol 
Foto: Ana Maria Polania 


En Tegucigalpa, desde los mercados hasta el congreso y desde el congreso hasta presidencial; los niños inhalando Resistol y durmiendo entre cartones y basura son parte del paisaje diario. Inhalar Resistol y deambular por las calles es parte de su diario vivir, estos jóvenes solo pueden pedir o robar pues el empleo no es opción para ellos, y menos en una sociedad donde ni teniendo título universitario se asegura la inserción en el mundo laboral. 



Las causas que impulsan a muchos niños y jóvenes a buscar refugio en las drogas y, a dormir en las heladas calles de la ciudad capital antes que buscar refugio en sus hogares son múltiples, las historias de vida van desde la violencia intrafamiliar hasta el abandono total o la pobreza en la cual se ven sumergidas sus familias y los obliga a deambular, en primera instancia mendingando un poco de dinero o comida.



El hambre no se hace esperar y a veces el Resistol es lo único al alcance, algunos no escapan de las influencias de los amigos que poco a poco se van haciendo en las calles, los cuales están para protegerse unos a otros y para compartir el pedazo de pan y las drogas que los hacen olvidar el frio, el hambre y en muchas ocasiones hasta los alivia de las heridas del pasado según relatan. 
Cualquier persona que haya estado en el centro de Tegucigalpa es probable que haya visto como estos niños y jóvenes se drogan frete a las autoridades y frente a edificios públicos así como frente a las iglesias. A nadie parece importarles, desde las autoridades públicas hasta las supuestas autoridades espirituales y los feligreses que predican el amor a Dios y el amor al prójimo, por el contario a estos niños se les ve con desprecio. 



En el caso de las niñas, se agregan factores los cuales las hacen víctima no solo del hambre y frio, sino que también las exponen mayores peligros; con frecuencia son víctimas de violaciones sexuales, ya sea por parte de otros jóvenes que deambulan en la calle sin hogar o por parte de desconocidos que encuentran en ellas la forma más fácil de satisfacer sus deseos sexuales. 



Estas jovencitas parecen no tener a donde ir, no pueden ir con el gobierno ya que aparte de no darles importancia a los casos, pueden terminar siendo encerradas en contra de su voluntad y son víctima del desprecio de otras mujeres que están tras un escritorio, y esto, sin tocar el impedimento que ejercen los guardias para que niñas y niños de la calle no puedan ingresar. 



En el caso de las niñas que deambulan, ninguna sabia sobre la existencia de las organizaciones feministas ni tampoco de organizaciones políticas dispuesta a ayudar y una de ellas estaba embarazada, en septiembre de este año su embarazo era visible pero no sabía cuánto tiempo tenía su embarazo ni cuando seria su parto, luego no la volví a ver en la calle peatonal.
Las políticas contra las drogas aprietan cada vez más, se destinan jugosas cantidades para la lucha contra el narcotráfico las cuales son traducida a millones, ya sea en dólares o lempiras que se hable de teles cifras.



Al parecer para este gobierno como para los que le anteceden, hablar sobre el triángulo norte y la lucha contra el narcotráfico es algo muy productivo ya que es uno de los ejes fundamentales para adquirir dinero, del cual, no se da reporte sobre la inversión, en lugar de eso, se escuda todo bajo la Ley de Secretos Oficiales y Clasificación de la Información, aprobada por el Congreso Nacional durante el gobierno Lobo-Hernández, con la cual, todo tema que requiere de un informe pasa a ser tema de “Seguridad Nacional” y no se sabe más sobre las millonarias inversiones. 



Si bien la mayoría de los hondureños no tenemos a dónde acudir cuando se violentan nuestros derechos o nos asfixian las necesidades, los niños de la calle están peor, sin familia y sin amigos que puedan proveer algún tipo de comodidad, solo se tienen los unos a los otros, para compartir sus aflicciones y hasta para pelear por un pedazo de cartón o por el bote de Resistol y para compartirlo el siguiente día, pues, en esas condiciones la vida se vuelve impredecible. 



Las condiciones de vida los han impulsado a llevar una vida que va más allá de la precariedad en lugar de estar asistiendo a un salón de clases y preparándose para un mejor futuro, los sueños son los mismos de cualquier otro niño para cuando sean grandes pero la dolorosa realidad actúa como tijeras cortando sus alas.
Pareciera que solo tienen lugar en el infierno.

Honduras 8 de Diciembre de 2016
Por: David Esteban Padilla

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